TERRARIA — Texto Curatorial
I
Flotamos en una nave espacial con recursos finitos para la supervivencia de sus tripulantes. ¿Cómo no ser responsables en el consumo de éstos?Invernadero espacial, abundante pero amenazado. “Terraria” es la utopía que despierta conciencia sobre el impacto que generamos en el medio que nos sustenta: tierra, agua, aire y vegetación. La que busca cuidar este frágil ecosistema donde evolucionamos. La tecnología no es neutra. Cómo la utilizamos, sus orígenes o consecuencias, son una cuestión política.
Ética sobre estética. Exploramos tecnologías apropiadas a nuestro medio, democráticas. Pertenecemos a la historia de la técnica, somos los responsables de su renovación. Imperante contrarrestar la crisis de la imaginación. Instalados en un templo de nuestra arquitectura, queda potenciar el disfrute del lugar. Experimentos para equilibrar las temperaturas extremas de nuestras latitudes y cultivar un aire más limpio para respirar.
En lugar de objetos, experiencias espaciales, recorridos, sensaciones. Constelaciones de cerámicas y vegetación nativa humedecidas y ventiladas, buscan bajar la sensación térmica a partir de la evapotranspiración, regalándonos además aromas y memorias. Un baldío flotante nos regala sombra viva y potencia el corazón de manzana, natural, primitivo que poliniza con su biodiversidad la ciudad y la conecta con su esencia.La tierra, la forma más simple de la arquitectura, construye espacios de estancia y equilibra la humedad interior.
II
Carl Sagan y su pálido punto azul.Un lugar donde coexistimos y donde no tenemos nada alrededor habitable ni amable. Todo es sumamente hostil fuera de este fino espesor que nos rodea y que se llama atmósfera.
Especies nativas .No exóticas invasoras y responsables con la biodiversidad local. Reciclaje y economía circular.
Baldíos. Oasis verdes urbanos anónimos, mágicos, enigmáticos.
El poder que tienen en su capacidad de recuperar suelos,recargar napas freáticas. Lugares de sorpresas, de alimentos (guayabos, aguacates, mamones, limones, moras o mangos) …y sombras o penumbras, de aromas y sensaciones, de fauna y flora nativas. Islas verdes que absorben el calor y, por la evapotranspiración de sus suelos húmedos, equilibran la inercia térmica de nuestros barrios. Barrios menos calientes.
Lugares de duendes ,mitos y de tal vez ,ciertos peligros ,arañas ,insectos, serpientes y alacranes. Pero también de sonidos de cigarras ,ranas y cantos de distintos pájaros. Un mundo en un solar.
III
Autocrítica a nuestro oficio, a nuestras intenciones arquitectónicas, a los hechos que empeoran los lugares, de saberes que se van perdiendo .
Es un anhelo contra la destrucción absoluta de lo biofísico de esos lugares que nos soportan como seres bioculturales, como diría Humberto Matarana.
Clave contemporánea, no como estilo sino como un deber actuar en un lugar y en un tiempo determinado, con coherencia .
Es un proceder desde esta preocupación filosófica y que podría simplemente encauzar la manera que perdimos de ver el mundo.En ese proceder, proponemos estas construcciones, como constructores que somos de nuestras ideas e intenciones .Es un camino que estamos explorando y lo queremos compartir con todos.
Es una reflexión de como estamos habitando nuestros territorios y como podemos poner cierta pausa con estrategias olvidadas o incomprendidas en un tiempo de poca reflexión,y de bombardeos de información que confunden y borran capas de mucho valor cultural.
IV
Nos encontramos en un impasse, si enfriamos el interior calentamos el exterior y viceversa. ¿Cómo paramos? Vivimos dentro de un artificio llamado Planeta Tierra.
Cómo hablar de sostenibilidad si hacemos caso omiso a las tecnologías pasivas que existen y se sobreponen a los problemas de habitabilidad.
Encontramos poesía en la imagen de doña Carmen, sentada en su reposera de tela. Frente a ella, una calle empedrada de Areguá.
La sombra que la protege es un artificio construido, es una pérgola tensionada, llena de planteras de helechos, orquídeas y algunas aromáticas. Las riega una vez por día, y cuando lo hace, el sonido del agua goteando en el suelo, el agua evaporándose, en una danza que literalmente enfría el ambiente. Nos llena de envidia.
Nos preguntamos, ¿es posible trasladar dicha sabiduría a escala urbana? Pues lo cotidiano, tiene esa impronta empírica cultivada a través de los años, que decantaron en una manera de habitar que es casi perfecta.
Es que acaso como sociedad estamos perdiendo la dicha de nuestras construcciones, con materiales locales, con materiales cerámicos que literalmente respiran, como los seres humanos, como la pérgola de doña Carmen.
Un “corredor-jeré” en una casa antigua del interior del país, encierra en ocasiones mucha más sabiduría que una arquitectura moderna, importada e impersonal. Que no lleva consigo identidad alguna que responda a un habitar DE ACÁ. A lo cotidiano, a lo colectivo.
En nuestros días, mucho se habla acerca de la sostenibilidad y nos olvidamos de las lecciones que están enfrente a nuestras narices.
Que lindo sería ser cotidiano.
CODA
El propósito de esta muestra inicia como reflexión crítica a la labor que hacemos desde nuestro oficio, a nuestras intenciones arquitectónicas y a los hechos mismos que generan el deterioro, como desconectamos de las sabidurías ancestrales que nos mantuvieron y contuvieron por tanto tiempo y nos llevaron a la actual destrucción absoluta de los aspectos biofísicos que nos soportan cómo seres bio-culturales en un lugar determinado y en un tiempo determinado.
Así es como vemos al andar esos oasis verdes anónimos en la ciudad, baldíos algunos, otros, jardines donde los elementos que a veces parecieran un montículo abandonado, son tomados por los yuyos que van creciendo sobre ellos. Y observamos esa capacidad que tiene quizás ese yuyo nativo de reconocer su lugar, de ser un sistema capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo, de cubrir su manto y empezar todo de nuevo.
Es ahí donde entendemos que hace rato perdimos la manera de mirar el mundo a través de lo cotidiano y entendemos que no necesitamos entrar en esa inquieta manera de transformar todo por algo nuevo, sino de reciclar, revitalizar como este espacio en el que nos toca estar hoy (Fundación Texo), de seguir siendo lo que somos: constructores de nuestras ideas. No perder la mirada estética, pero de ir buscando encauzar la intención en el proceder, de recuperar suelos, cultivar un aire más limpio y equilibrar nuestras temperaturas extremas.
Buscamos que desde LA TIERRA, la forma más simple de la arquitectura, los muros serpenteantes que construyen el recorrido, las sensaciones de las plantas nativas y el goteo del agua, despierten en nosotros la conciencia sobre nuestra huella que dejamos en medio de lo que nos sustenta.
Tekoha Arquitectos / Mínimo Común Arquitectura / José Cubilla Arquitecto